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Una vida a través de los ojos

  • Foto del escritor: Escritor Nocturno
    Escritor Nocturno
  • 20 oct 2017
  • 6 Min. de lectura

Hoy me siento en la banca de madera del parque y puedo decir que lo he visto todo, o por lo menos lo necesario para sentir que lo vi todo.

Cuando tenía 5 años me sentaba con mi padre en el verde y áspero pasto, él se recostaba sobre sus brazos y yo sobre su abombado abdomen, observábamos al cielo azul durante horas. Veíamos como las algodonadas nubes navegaban lentamente el vasto cielo hasta perderse en el lejano horizonte, nos gustaba imaginar como esas mismas nubes tomaban la forma de animales, plantas y objetos que reconocíamos del día a día como sartenes, bicicletas, coches e incluso televisores. Cuando los rayos del sol eran muy intensos nos refugiábamos bajo el verde manzano y observábamos las aves construyendo sus nidos en las ramas más altas de los árboles, contábamos las hormigas que formadas transportaban las migajas de nuestros sándwiches a pequeños bultos de tierra en donde se encontraban sus hormigueros. Cerca del manzano había un campo de flores de todos los colores y formas posibles en donde aterrizaban las abejas para recolectar el polen de los pistilos y así volar aturdidas hasta donde fuera que se encontrara su panal. Y eso sin contar todas las visitas obligadas a los establos a ordeñar a las vacas, cepillarles la cresta a los caballos y jugar con los perros ovejeros.

Cuando tenía 12 años agarre una peculiar pasión por las películas de terror y los videojuegos, podía pasar horas viendo como la actriz más guapa de la película huía del malvado y temible monstruo hasta ser alcanzada o si tenía suerte ver como escapaba heroicamente; o bien podía ver durante horas como el personaje que había personalizado en el videojuego corría, saltaba y combatía a villanos en mundos fantásticos y escenarios increíbles.

A los 15 años me empecé a preocupar más por la escuela y cambié las películas y los juegos por libros y ejercicios de matemáticas, todo el día veía ecuaciones, sumas, restas, divisiones y por las noches disfrutaba de leer sobre fantásticas travesías en altamar con piratas y criaturas marinas desconocidas por el hombre común y corriente, o bien ponerme en los zapatos de algún inmigrante latino disfrutando del amor y la vida en Paris. Durante mis visitas intelectuales a la biblioteca conocí el amor por primera vez, ella y yo llegamos al acuerdo de que fue amor a primera vista por que mientras me distraje un minuto de mi lectura ella levantaba la mirada de sus deberes y fue así como cruzamos miradas por primera vez. A esa edad no se me ocurrió nada mejor que invitarla por un helado al parque.

Ese mismo fin de semana salimos al parque, nos sentamos en la única banca de madera del parque y con un helado en la mano observamos una vez más como las nubes navegaban el vasto cielo, los pájaros recolectaban ramas para sus nidos y hormigas transportando restos de comida a sus hormigueros.

Después de tres años, cuando ambos cumplimos 18 años nos tuvimos que separar para tomar caminos diferentes, ella se iba a una universidad en Alemania y yo me quedaba a cubrir mi servicio militar antes de comenzar con la universidad. Y así fue cuando vi su sonrisa por última vez, mientras que con un nudo en la garganta se despedía de mi con un amable gesto de la mano, daba media vuelta para no volver nunca más. Saliendo del aeropuerto volteé al cielo y veía como los aviones se alejaban a velocidades increíbles hasta perderse en la obscuridad de la noche.

Durante el año de servicio militar solo pude pensar en lo mucho que la extrañaba y en lo mucho que anhelaba poder visitarla en aquel distante país al otro lado del mar. Me levantaba a las cinco de la mañana para alistarme, me ejercitaba un poco salía a la explanada central a ver el amanecer, escuchaba como los pájaros cantaban en la lejanía y observaba como lentamente el sol comenzaba a iluminar las barracas viejas del campo militar, los árboles que rodeaban las barracas y la explanada en la que esperaba el amanecer en una banca de madera. A las 7 sonaban las trompetas y había que estar formados en la explanada para hacer honores a la bandera, la cual estaba elevada a la mitad de la explanada. La bandera ondeaba y me transmitía un sentimiento de culpa por querer abandonar este hermoso país, pero al mismo tiempo quería ver una vez más esa bella sonrisa que se encontraba estudiando en Alemania. Por la noche me quedaba en el turno nocturno en la cocina y lavaba los platos, a media noche salíamos a escondidas y fumábamos un par de cigarrillos mientras observábamos la luna y platicábamos sobre los planes que teníamos para el futuro. Definitivamente mi fase lunar favorita es y será el cuarto creciente, pensar que la luna brilla como si alguien te estuviera sonriendo en el cielo, como si el mismo cielo te estuviera sonriendo, a mí me gustaba sonreírle de regreso antes de irme a dormir, me transmitía paz interna.

A los 20 años emprendí un viaje con el dinero que había ahorrado durante mi servicio militar y durante un año visité lugares hermosos, la Torre Eiffel en Paris, las Pirámides de Guiza en Egipto, las Pampas Argentinas, el Gran Cañón en Estados Unidos, las Cataratas del Niágara en Canadá y visité Londres ciudad a la que le juré regresar para envejecer ahí. Concluido mi año de aventuras comencé a estudiar la carrera de medicina en mi bello México.

Durante la carrera, en mi cuarto año me encontré con el amor una vez más, aquella mirada cautivadora y una bella sonrisa me recibieron en el salón en el que tomaba clases de medicina interna todas las mañanas, amablemente pregunté si alguien tomaba el lugar a su lado y así fue como durante el semestre fuimos compañeros de banca y después fuimos compañeros de vida. Durante el servicio social me decidí a hacer mi residencia en Oftalmología y fue así como terminé de enamorarme de la vista y del ojo. Terminando mi residencia tuve dos grandes logros, me casé con esa bella mujer que me sonrió aquella mañana en clase y de la que me había enamorado durante el cuarto año de la carrera y junto con ella inauguré mi propia clínica oftalmológica.

Durante años presenciamos como una gran cantidad de personas dejaban de ver, veían por primera vez, lloraban, reían, se enojaban, entristecían, personas con lentes, personas sin lentes, personas con estrabismo y sobre todo vimos ojos, ojos por montón, ojos de todos los colores, tamaños y formas. Aún recuerdo a mi primer paciente, un señor de edad avanzada que estaba muy deprimido porque ya no podía jugar con su nieto a la pelota, junto con mi esposa entramos al quirófano y operamos nuestra primera catarata juntos. La operación fue un éxito y fue así como el señor nos visitaba cada año junto con su nieto para agradecernos el gran cambio que hicimos en su vida.

A los 38 años tuve mi primer hijo y a los dos años tuvimos una hermosa hija. José Luis y Sofía, con ellos hice todo lo que mi padre hizo conmigo, les di todo y mucho más, los vi crecer, llorar, reír, enamorarse, enojarse, estuve cuando les rompieron el corazón por primera vez y cuando se graduaron del colegio, los vi comenzar la universidad y presencié sus propias bodas junto con los nacimientos de mis amados nietos, a mi criterio diría que me realicé en el ámbito familiar.

A mis 65 años lamentablemente vi como mi esposa cayó enferma y poco a poco su vida se fue desvaneciendo, tres años después estaba la familia reunida para ver una última vez a mi querida esposa, a su querida madre, a su amada abuela. En llanto nos despedimos de ella y con el corazón en luto vimos como descendía en su ataúd para descansar.

Después de la muerte de mi esposa agarré un gusto peculiar por ir al parque por las tardes, ver el atardecer y pensar en todo lo que he visto a lo largo de mi vida.

Y puedo decir que lo he visto todo, o lo suficiente para poder decir que lo he visto todo. He visto a personas nacer, a personas morir, a personas perder a sus seres queridos y a personas que encontraron el verdadero amor, he visto lugares hermosos, lugares devastados, he visto la felicidad, la tristeza, el enojo, la frustración y hoy sentado en esta banca de madera sigo volteando al cielo a ver como esa luna me sonríe de regreso y me recuerda a todas esas personas que me hicieron feliz y me regalaron una sonrisa.

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